Por Rolando Aquino Tejeda.
Aunque durante el año escolar los/as estudiantes catalogan o evalúan, según sus criterios sensatos o únicamente “convenientes”, a sus maestros/as como buenos/as o como malos/as, ahora, al final y junto a la entrega de notas escolar es un gran momento para en definitiva tener una mejor percepción sobre el asunto.
Hay estudiantes que consideran buen/a maestro/a a aquél o aquella que durante el año le permitió hacer cosas indebidas como hablar en medio de la clase, ir al baño cuantas veces quiso, expresarse fuera de su turno y tono. También, todo/a estudiante que no se esforzó lo suficiente o lo debido y aun asà recibió buenas calificaciones, considera que su maestro/a es bueno/a.
El o la estudiante por su edad y naturaleza humana no entiende o no desea dar a saber que entiende que buen maestro o buena maestra es aquel o aquella que además de advertir cómo son las cosas se ciñe todo el tiempo a las reglas preestablecidas y que continuamente reitera las normas y a veces hasta deja pasar algunas acciones indebidas pero poniendo en conocimiento que sucedió.
El buen maestro y la buena maestra tratan a sus alumnos/as con amor y respeto óptimo, llegan temprano a su lugar de trabajo, se ponen a disposición plena de sus estudiantes, motiva a aquellos/as que no están rindiendo académicamente como se debe, asigna calificaciones justas, y a veces hasta injustas a favor del y de la estudiante.
Pero ya al final, el maestro y la maestra que respeta su profesión y se respeta asà mismo/a como persona asigna las calificaciones que considera más justas aunque no sean del agrado del o de la estudiante receptora.
En definitiva, e/la estudiante más idóneo/a para identificar a un buen maestro o a una buena maestra es el o la que cumple a cabalidad su rol.
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